viernes, 29 de marzo de 2013


La camaradería es supervivencia, no romanticismo.

Clearco, Jenofonte y los Diez mil

 Jenofonte ( militar, historiador y filósofo griego ) fue un ateniense, discípulo de Sócrates, y exiliado político, que se enroló en una expedición de mercenarios griegos ( fundamentalmente espartanos licenciados tras la Guerra del Peloponeso, conocida como la Expedición de los Diez Mil  ), a sueldo del pretendiente al trono de Persia, Ciro el Joven, hermano del reinante Artajertes II.

Alrededor de 13.000 hoplitas y peltastas, bajo el mando de Clearco y al servicio de Ciro, se adentraron en el imperio persa con la pretensión de someter a la rebelde región de Pisidia. Allí, Ciro les descubrió su verdadera intención, derrocar a su hermano. Clearco protestó por tener que adentrarse hasta el corazón del imperio, pero aceptó el cambio de planes tras las promesas de botín de Ciro.

En los alrededores de  Cuxana, cerca de Babilonia, en el 401 a.C., Ciro el Joven se enfrentó a Artajerjes II. La falange griega, formada en el ala derecha del frente de Ciro, barrió, literalmente, el ala izquierda del ejército de Artajerjes II, sin embargo, Ciro, que había lanzado una carga de caballería directamente hacia las posiciones en las que se encontraba su hermano, cayó abatido en el ataque. Sin líder, las tropas persas de Ciro se rindieron y Artajerjes II se encontró con la victoria y, al tiempo, con los mercenarios griegos campando invictos por el terreno, poniendo en fuga a sus tropas. Copar y masacrar a los griegos le resultaría pírrico, así que contemporizó una salida diplomática.


 


Clearco estaba a miles de kilómetros de tierra amiga y ante un ejército numéricamente superior, precisaba un salvoconducto y víveres para salir con bien de aquella adversa y enmarañada situación. El sátrapa Tisafernes, encargado de las negociaciones, concitó a los jefes griegos en su campamento y allí les traicionó, emboscándoles y masacrándoles, confiado en que, al igual que las tropas persas sin Ciro, los soldados griegos, sin su líder Clearco, se rendirían.


Hasta aquí, el Anábasis ( expedición al interior ).


En este brete, los griegos nombran a Jenofonte jefe de la expedición, para que les conduzca, a través de miles de kilómetros de territorio hostil ( llanuras infinitas, desiertos, macizos montañosos nevados, pobladores enemigos…), con el ejército de Artajerjes II a la espalda y sin una ruta conocida ni aprovisionamientos ciertos, a casa. No hay salvoconducto ni víveres, no hay amigos, excepto los camaradas. Cada uno por su cuenta, no llegarán, juntos, tan solo quizás.





La Katábasis ( bajada hasta el mar ) que lideraría Jenofonte, se inició remontando el río Tigris, en dirección norte, atravesando Opis, las desembocaduras de los ríos Zab menor y Zab mayor, Larisa, Nínive y más al norte hasta llegar a Bitlis y Mouch, a unos 1.000 metros de altitud, a finales del otoño del 401 a.C.. Atravesaron la nevada Armenia y en mayo del 400 a.C. la vanguardia gritó ¡ Thalatta, thalatta ! ( ¡ El mar, el mar !, que en realidad significaba ¡ A casa, libertad, sobrevivimos! ). Habían llegado hasta el mar Negro y en junio alcanzaron Trebisonda, la ciudad griega más oriental de la costa sur del mar Negro, donde se les recibió con mucho recelo, por miedo a posibles pillajes. Eran por entonces unos 10.000 griegos. Para entender la magnitud del esfuerzo hay que leer y releer a Jenofonte.





La Parábasis ( salida hacia el oeste ) tampoco resultó un paseo, los soldados no querían regresar sin botín, ni querían establecer una colonia griega en la costa del mar Negro ( Pontos Euxeinos: mar hospitalario, irónicamente así llamado por los griegos ). Fueron costeando desde Trebisonda, pasando por Cerasos, Cotiora, Sinope y el puerto de Calpe, llegando a Crisópolis. Algunos volvieron a sus casas y otros, con Jenofonte, se pusieron al servicio del gobernador de Tracia, primero, para enrolarse en la expedición espartana de liberación de las ciudades griegas en la Anatolia persa, después.





Jenofonte relató su aventura, sin especial rigor en las fechas, los lugares y los hechos, pero dejando meridianamente claro que los griegos eran militarmente superiores a los persas y que su ignoto, inmenso y temible imperio, era profanable.




Su relato fue libro de consulta para Alejandro el Grande durante su conquista de Persia.

Aquellos camaradas lucharon juntos, hombro con hombro, caminaron juntos, hasta la extenuación, pasaron hambre y miedo juntos y, en definitiva, sobrevivieron a una peripecia endiablada... juntos.









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