martes, 9 de abril de 2013


Aquella ROMA era mucha ROMA

 El bastardo se hace Rey

Numidia fue aliada de ROMA frente a los cartagineses y Escipión contó con la inestimable ayuda de la reputada caballería númida del rey Masinissa, en su enfrentamiento contra Aníbal.

Micipsa, heredero de Masinissa, tenía un hermano menor, Mastanabal, quien tenía un bastardo llamado Yugurta, fuerte, intrépido, ambicioso y carismático.

Micipsa le envió, a él y a su exceso de energía, con el contingente númida que apoyaba al ejército romano de Escipión en la conquista de Hispania. Yugurta se descubrió como arrojado soldado, buen líder, competente militar y fiel aliado. Allí estaba él cuando cayó, por fin, Numancia y de regreso a Numidia traía una entusiasta recomendación de Escipión, que el joven héroe entregó a Micipsia. El rey númida había mandado a Hispania un problema, para deshacerse definitivamente de él o mantenerlo a distancia, y ahora tenía ante él a un héroe de guerra, aclamado por el pueblo y con una carta de recomendación del mismísimo general romano Escipión, triunfador sobre los hispanos y mentor del ambicioso hijo ilegítimo de su hermano menor.

Micipsia le adoptó y le nombró heredero, con la lógica indignación de sus hijos Hiempsal y Adherbal, para agradar a Escipión y a ROMA. La lucha por el trono había comenzado. 







En su lecho de muerte Micipsia dispuso su sucesión. Yugurta, disconforme con las decisiones de su tío, propuso declarar que estaba senil y anular sus últimas resoluciones. Hiempsal coincidía en declarar senil a su padre y abolir algunas de sus disposiciones, en especial la de la adopción de Yugurta. Soldados de Yugurta decapitaron a Hiempsal e inmediatamente Adherbal recurrió al ejército para prender a Yugurta. Adherbal contaba con el apoyo de la población, que le reconocía como legítimo heredero, pero Yugurta era mejor general y tenía mejores tropas, por lo que derrotó a Adherbal con facilidad, huyendo este a la provincia romana de África, antigua Cartago.

Adherbal presentó en ROMA su causa, lleno de razón, y demandó justicia. Yugurta se presentó en ROMA lleno de oro.

El senado decretó que Numidia quedaría dividida en dos reinos, quedando la parte más rica bajo dominio de Yugurta y el resto bajo control de Adherbal.

Yugurta ya era rey, pero no era un hombre satisfecho.


 Abuso y soborno

Adherbal se conformó con la decisión de ROMA y Yugurta, desde ese momento, no escatimó recursos, conspiraciones y provocaciones para arrebatarle el territorio al hijo de su padre adoptivo.

Como el nieto de Masinissa no respondía al hostigamiento, finalmente Yugurta invadió las tierras de Adherbal, haciéndole huir. Se refugió en la fortificada ciudad de Cirta, desde donde pidió auxilio a ROMA.

El Senado envió una Comisión que esclareciera los hechos. Esta aceptó las justificaciones ( y quién sabe si el oro ) de Yugurta, que alegaba una conspiración para matarle por parte de Adherbal y recordaba su amistad con Escipión y su lealtad para con ROMA. Tan pronto zarpó hacia Italia la Comisión, se reanudó el asedio de Cirta. Nuevas súplicas de Adherbal hicieron que el Senado enviara otra Comisión, que no aclaró ni resolvió nada. Con su regreso a Roma, la suerte de Adherbal quedó echada. Cirta cayó, Adherbal fue apresado, torturado y asesinado, la ciudad saqueada, los defensores masacrados y con ellos muchos comerciantes italianos con amigos e influencias en el Senado.

Los desmanes de Cirta llevaron al Senado a declarar la guerra a Yugurta, guerra que Yugurta no pudo frenar, pese a sus conciliadoras palabras y al reluciente oro que envió con su hijo. El Senado estaba furioso y un enorme ejército, bajo el mando del cónsul L. Calpurnio Bestia, desembarcó en África con orden de capturar a Yugurta. Este ofreció de nuevo, la paz y más oro aún. Calpurnio firmó un tratado en el que Yugurta proclamaba su sumisión a ROMA y aportaba una indemnización. El Senado aceptó el acuerdo y el regreso del ejército de África ante la creciente amenaza germánica en la frontera norte, pero bien sabía que Calpurnio se había corrompido y aún deseaba castigar a Yugurta, a quien la suerte y el oro le habían salvado de la ira y la venganza senatorial.

La Comisión investigadora de la actuación de Calpurnio llamó a Yugurta a Roma a declarar, sin embargo, no se le permitió hablar y fue ninguneado en todo momento. Yugurta aprovechó su decepcionante estancia en Roma para mandar asesinar a Massiva, un nieto de Masinissa, reclamante del trono númida. Tras esto, el Senado le ordenó que abandonase Italia. El desprecio y la convicción de corrupción eran mutuos e intensos.
Yugurta dominaba toda Numidia, pero se había enemistado con ROMA.




Guerra

Cuando Postumio Albino, afrentado patrón de Massiva, desembarcó con un nuevo ejército enviado por ROMA, no quiso escuchar ni una palabra ni un tintineo de moneda de Yugurta, pero sus pocas dotes militares y el desconocimiento del terreno no le permitían avanzar. Cuando regresó prematuramente a ROMA para organizar su reelección, dejó al mando a su hermano Aulo, con menos capacidad militar aún.

Aulo estableció conversaciones con Yugurta, ambos querían ganar tiempo, pero ya no era posible sobornar a ROMA ni a un general con orden directa de no hacer tratos. Se acercaba el final de la estación de campaña y el romano trató de justificar la expedición atacando la ciudad de Suthul. Las tropas romanas no se aclimataban con facilidad al asfixiante calor africano, el terreno de monte bajo y quebrado entorpecía su movilidad, apenas había carreteras y se embarraban con asiduidad, los bandidos acosaban los suministros y los númidas eran, sencillamente, más veloces en todo momento. Yugurta, en una acción audaz, atacó por sorpresa el campamento de Aulo, antes de que llegase a Suthul, y obtuvo una fácil y completa victoria. Hizo pasar bajo el yugo a los prisioneros romanos, una humillación especialmente ultrajante destinada a quebrantar su moral, y les dio un plazo de diez días para abandonar el país.





La furia se adueñó del Senado y envió un general de verdad, al íntegro Quinto Cecilio Metelo, quien, tras desembarcar su ejército en las costas africanas, se dedicó a entablar negociaciones con Yugurta, con idea de ganar el tiempo necesario para aclimatar y entrenar a sus tropas, planteando un sin fin de exigencias: entrega de armas, de elefantes, de apresados romanos, de desertores ( a los que ajustició ), de rehenes…siempre una nueva exigencia y nunca un tratado de paz, Yugurta comprendió que Metelo también sabía jugar a la dilación y las falsas expectativas.

En cuanto estuvo preparado, se dirigió hacia el oeste y tomó la ciudad de Vaga, enfrentándose con Yugurta a la orilla del río Muthul. La batalla no fue decisiva. Los númidas eran más numerosos, más veloces y conocían el terreno, pero su armamento ligero apenas hería a la infantería pesada romana. Los romanos mantenían las filas pero no podían capturar a los númidas. Tras la batalla, Yugurta no recuperó Vaga y su ejército se disgregó ( pastores y agricultores que volvieron a sus quehaceres tras servir a su rey ), pero no fue derrotado.

Mientras Yugurta se reorganizaba, Metelo capturó cuantas ciudades pudo para desabastecerle. Además sobornaba a cuantas embajadas negociadoras le enviaba Yugurta, por lo que el rey númida vivía desarticulando complots contra su vida y desconfiando de sus más cercanos colaboradores.

Al final de la campaña, todo parecía empatado, Metelo había capturado varias ciudades importantes incluida Sicca, pero seguía lejos de Zama y Vaga volvía ser númida tras una traición. Cuando Metelo renovó su mandato anual, impulsó con más brío las hostilidades, retomó Vaga y Yugurta se refugió en Thala, un lugar árido y aislado donde se creyó a salvo. Hasta allí le persiguió y derrotó Metelo, obligándole a abandonar parte de su tesoro en la desbandada.
La derrota de Thala parecía un golpe definitivo, pero entonces ocurrieron dos sucesos inesperados.

 Mario, Boccho y Sila

Metelo fue despojado del mando por la traición de su subordinado Cayo Mario y Boccho, rey de Mauritania, se interesó por los asuntos de Numidia.

Mario no persiguió a Yugurta por Numidia, se dedicó a la conquista metódica y sistemática de ciudades y plazas fuertes leales al rey númido. Yugurta, sin bases en su propio territorio, ofreció un tercio de Numidia a su suegro Boccho a cambio de su ayuda.





Un poderoso ejército númido-mauritano cayó sobre las legiones de Mario cuando este se retiraba ya a sus cuarteles de invierno. Cogido por sorpresa y en inferioridad numérica, Mario tuvo que demostrar que no era solo un advenedizo traidor y oportunista, interesado en la política, sino también un competente general con dotes de mando y capacitado para disciplinar legiones. Mario también había servido bajo las órdenes de Escipión ( quizás incluso conocía personalmente a Yugurta de la campaña de Hispania ). Mario contuvo el primer ataque y se retiró ordenadamente hacia unas colinas en donde se reorganizó y rechazó a los númidas y mauritanos. Dos días después de reanudar la marcha, Mario fue atacado de nuevo, esta vez sin sorpresa. Boccho se retiró ante la primera dificultad y una carga de la caballería romana decidió la batalla del lado romano.

Esta derrota de Yugurta le dejaba a expensas de su suegro, quien había visto en acción al ejército de Mario y quiso entablar conversaciones de paz con ROMA. El Senado envió a Lucio Cornelio Sila a negociar, hecho que conoció Yugurta.





Cuando Sila y Yugurta fueron llamados por Boccho el destino de Numidia estaba en el aire… la orden de Boccho fue el arresto de Yugurta. Boccho obtuvo el tercio de Numidia apalabrado con Yugurta, quedando el resto controlado por un prorromano descendiente de Masinissa. Sila regresó habiendo puesto fin a la guerra númida, los hijos de Yugurta fueron exiliados a la italiana Venusia.






Yugurta terminó paseando encadenado por las calles de Roma en el Triunfo de Mario para acabar en la Fosa, una mazmorra terrible de entrada cenital, donde murió, no se sabe a ciencia cierta, si de inanición o estrangulado.





Y es que torear indefinidamente militar y/o políticamente a aquella ROMA, no era posible. 

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