VIRIATO: la resistencia sagaz
Viriato no fue el emperador de Iberia ni el rey de la Lusitania, fue un caudillo carismático lusitano, determinado a no dejarse conquistar por ROMA, un hombre que poseía la inteligencia y audacia necesarias para utilizar, al servicio de este objetivo, todos los recursos de los que dispuso y todas las oportunidades que se le presentaron para - de manera brillante, eficaz y sorprendente - derrotar a cuantas legiones y generales romanos enfrentó.
Pasmó, aterró, impresionó, fascinó y sobrecogió a los romanos, que fueron incapaces de doblegarle militarmente, recurriendo al, menos honorable - pero finalmente efectivo -, recurso de la traición para acabar con él y, tras él, con la resistencia lusitana, que perdió el liderazgo y la cohesión.
ROMA acababa de derrotar a Cartago ( 2ª Guerra Púnica ) y controlaba la totalidad del litoral mediterráneo hispánico, convirtiéndose en la mayor potencia europea-mediterránea, cuando se disponía a la conquista de toda Hispania. No iba a fracasar, pues sus recursos eran prácticamente ilimitados, pero iba a pagar con humillación, sangre y oro cada palmo de tierra hispánica. De eso, se iban a encargar, muy diligentemente, los iberos ( " los primeros en ser invadidos, los últimos en ser dominados " ).
Viriato dominaba su terreno ( sierras ) y sabía vivir de él ( ganado y saqueo ), entendía las motivaciones romanas, así como el carácter de los lusitanos y de sus vecinos iberos; y sobre todo, comprendía las ventajas tácticas y estratégicas del rencor y la belicosidad del ibero, de su fiereza en el combate y su comunión arma-guerrero, de su velocidad en la persecución y en la huida, de su capacidad de sacrificio si estaba motivado y de su espíritu indomable.
No desconocía su tendencia a las rencillas y al individualismo, su renuencia al sedentarismo y su inconstancia en la persecución de objetivos, pero supo minimizar estos defectos liderando a los lusitanos con mano firme y justa, con ejemplo de sacrificio y de determinación, y con continuas victorias, aglutinándolos en pos de su causa común: no dejarse conquistar.
Su lucidez, anticipación, visión de conjunto y rapidez de respuesta, hicieron que Viriato fuese militarmente invencible.
Doce años de guerra de guerrillas: acoso constante al enemigo ( especialmente a sus suministros ), emboscadas, copos, huidas fingidas, trampas permanentes, saqueo, retirada a las sierras, apenas batallas en campo abierto, siempre el terreno a favor y anticipando dos pasos los pensamientos y acciones enemigas; hicieron comprender a los romanos, desesperados, en humillación constante, con avances baldíos y con la retaguardia siempre hostigada, que no podían ganar mientras Viriato estuviese al mando.
ROMA culminó su objetivo imperial de conquistar Hispania. Viriato consiguió su objetivo vital de no dejarse conquistar por nadie incluyendo en ese nadie a la todopoderosa ROMA.
Viriato asume el mando
No hay datos fiables acerca de la ocupación de Viriato antes de acaudillar a los lusitanos, pero es de suponer que, como el resto de sus paisanos, dedicaría el tiempo al pastoreo de ganado, la comunión con sus armas, el saqueo de los campos fértiles de iberos vecinos - con algún encontronazo con los romanos protectores de estos - y a las rencillas tribales.
Servio Sulpicio Galba lanzó una ofensiva a gran escala en misión de castigo sobre la Lusitania en represalia por los continuos saqueos y violación sistemática de todos los acuerdos de paz previos. Servio sabía que la razón de las incursiones era que los campos lusitanos no podían sustentar a sus tribus, así que tras su victoria reunió y desarmó a varios clanes con el pretexto de reasentarlos en territorios más fértiles. La realidad fue que los masacró sin contemplaciones. Viriato escapó o conoció lo ocurrido y tomó buena nota, como toda la Lusitania, de las intenciones y procederes romanos.
A partir de entonces Viriato capitaneó una banda de guerrilleros de los que hostigaban a los romanos desde sus bases en las montañas. Los ataques lusitanos crecieron en frecuencia e intensidad hasta que supusieron una ofensiva generalizada sobre la Turdetania.
El pretor romano Vetilio repelió el ataque, arrinconando y sitiando a los lusitanos en una plaza fuerte donde les ofreció la rendición. Los lusitanos conocían el valor de la palabra de un romano y el trato que solían dispensar a los vencidos, pero la escasez de provisiones les tentaba a considerar la capitulación.
Es ese brete, Viriato rechaza y censura la rendición y propone un plan de escape que los guerreros aceptan, aclamándole como su nuevo líder.
Al día siguiente, las tropas lusitanas salieron y se posicionaron en orden de batalla. Los romanos reagruparon sus fuerzas y formaron frente a ellos para el combate, momento en el que los lusitanos se dispersaron raudos en todas direcciones buscando cada cual su salvación. Vetilio lanzó la caballería en su persecución pero le resultó imposible alcanzarles porque Viriato, con un millar de sus mejores jinetes, cubría la retirada interponiéndose entre los fugados y los équites romanos, hostigándoles si se dispersaban para perseguir a los que escapaban y retirándose si se concentraban para batallar con la caballería lusitana. Así consiguió Viriato el tiempo que precisaba su infantería para ponerse a salvo, después de lo cual, dejó atrás a la caballería romana, más lenta y desconocedora del terreno, para reunirse con sus tropas salvas en Tribola.
Vetilio persiguió a Viriato, pero este tuvo tiempo para organizar una emboscada. En retirada fingida condujo a los romanos hasta un acantilado donde quedaron atrapados entre el precipicio y los lusitanos. Murieron 4.000 romanos, incluido Vetilio.
El sucesor de Vetilio contrató a 5.000 celtíberos contra Viriato. No sobrevivió ninguno.
Viriato rapiñó exhaustivamente la Carpetania abarrotando las despensas lusitanas sin más oposición.
En el año 146 a.C. entró en acción un nuevo ejército romano...
Viriato humilla a ROMA metódica y reiteradamente
C.Plaucio organizó una ofensiva contra Viriato, quien se repliega hacia el interior de la Lusitania, hasta una colina llamada la Montaña de Venus. Allí, confiados por su - hasta ahora - fácil avance, los romanos son sorprendidos por un inesperado y brutal ataque de Viriato mientras estaban emplazando su campamento en un olivar. Plaucio quedó muy impresionado por la osadía, audacia y fiereza de los lusitanos, y retrocedió ordenadamente hasta sus cuarteles de invierno, de donde no se movió pese a los ruegos de los celtíberos aliados de ROMA que sufrían las impunes correrías de saqueo y pillaje lusitanos por sus tierras.
"Viriato envió unos hombres para que arrebatasen a los segobriganos sus rebaños. Cuando los soldados lo vieron, salieron corriendo a toda prisa en gran número. Entonces los ladrones huyeron, conduciendo a los segobriganos hasta una emboscada donde fueron despedazados. " FRONTINO, Estratagemas, 3.10.6
El año siguiente trajo a Quinto Fabio Emiliano con 15.000 infantes y 2.000 jinetes que fue reuniendo e instruyendo en Urso. Mientras, Viriato aniquilaba las tropas de Unimano, el sucesor de Plaucio, y le arrebataba las insignias de mando. Q.F.Emiliano continuó con la instrucción de sus inexpertas tropas a pesar del desastre de Unimano y de las constantes tropelías y bravatas de los lusitanos. Esta inacción romana deterioró profundamente su prestigio, autoridad y respeto entre sus aliados iberos. En el año 144 a.C. Emiliano se decidió a atacar a Viriato, replegándose este a las montañas. Pero el descrédito romano era ya enorme. Los celtíberos se rebelaron contra ROMA iniciando la larga y amarga guerra Numantina.
C.Plaucio organizó una ofensiva contra Viriato, quien se repliega hacia el interior de la Lusitania, hasta una colina llamada la Montaña de Venus. Allí, confiados por su - hasta ahora - fácil avance, los romanos son sorprendidos por un inesperado y brutal ataque de Viriato mientras estaban emplazando su campamento en un olivar. Plaucio quedó muy impresionado por la osadía, audacia y fiereza de los lusitanos, y retrocedió ordenadamente hasta sus cuarteles de invierno, de donde no se movió pese a los ruegos de los celtíberos aliados de ROMA que sufrían las impunes correrías de saqueo y pillaje lusitanos por sus tierras.
"Viriato envió unos hombres para que arrebatasen a los segobriganos sus rebaños. Cuando los soldados lo vieron, salieron corriendo a toda prisa en gran número. Entonces los ladrones huyeron, conduciendo a los segobriganos hasta una emboscada donde fueron despedazados. " FRONTINO, Estratagemas, 3.10.6
El año siguiente trajo a Quinto Fabio Emiliano con 15.000 infantes y 2.000 jinetes que fue reuniendo e instruyendo en Urso. Mientras, Viriato aniquilaba las tropas de Unimano, el sucesor de Plaucio, y le arrebataba las insignias de mando. Q.F.Emiliano continuó con la instrucción de sus inexpertas tropas a pesar del desastre de Unimano y de las constantes tropelías y bravatas de los lusitanos. Esta inacción romana deterioró profundamente su prestigio, autoridad y respeto entre sus aliados iberos. En el año 144 a.C. Emiliano se decidió a atacar a Viriato, replegándose este a las montañas. Pero el descrédito romano era ya enorme. Los celtíberos se rebelaron contra ROMA iniciando la larga y amarga guerra Numantina.
El comandante romano que se mediría a continuación con Viriato fue Q.Pompeyo. Viriato repitió su estrategia con igual éxito: hostigamiento y retirada, refugio en la Montaña de Venus con victoria en sus faldas, retirada romana a sus cuarteles y saqueo impune de la Turdetania.
Con el año 142 a.C llegó Fabio Serviliano junto con dos legiones completas ( elefantes númidas incluidos ). Organizó una gran ofensiva, replegándose Viriato a la Lusitania ( nos va sonando la música ). En el 141 a.C. Serviliano pone sitio a Erisone, con poco rigor - dada la facilidad de la campaña hasta ese momento - lo que permitió que Viriato y un pequeño ejército consiguiese introducirse durante la noche en Erisone. Por la mañana, los locales y los hombres de Viriato salen en tropel con furia desatada, cogiendo desprevenidos a los romanos que se desbandan en completo desorden acosados por los jinetes de Viriato y perseguidos por la infantería lusitana. La batalla acabó en un valle cuya salida había previamente cegado Viriato con una poderosa fortificación. Serviliano y sus dos legiones habían sido derrotadas y al general romano no le quedó sino presentar su rendición incondicional ante la perspectiva de ser exterminado.
Viriato se la concedió, liberó a las legiones desarmadas y exigió el reconocimiento de la Lusitania como un territorio independiente y aliado de ROMA.
Serviliano, no hacia mucho, había amputado las manos a 900 rebeldes y la idea de pasar a cuchillo a los falsos, crueles y traidores romanos debió de rondarle largo tiempo en la cabeza a Viriato, pero, al parecer, Viriato asumió que la guerra con ROMA había acabado y que él había ganado, a todos los ejércitos previos y ahora al arrodillado ejército consular. Masacrar las legiones podía alargar la guerra por puro rencor, liberarlas fortalecería un tratado de paz permanente.
El arrogante y orgulloso senado romano aceptó humillado el tratado.
Viriato no calculó dos circunstancias constantes y no resueltas en el tratado. La primera que la Lusitania no podía con la manutención de su población y la segunda que en la naturaleza de los romanos estaba el intentarlo una y otra vez hasta imponerse.
Y llegó un nuevo gobernador a la provincia...
Acabar con Viriato, como sea
Servilio Cepio traía consigo el malestar del senado y la necesidad de rehabilitar el prestigio militar romano. Para él, los lusitanos eran un problema pendiente de una solución definitiva y Viriato el escollo clave que debía salvar, de un modo u otro.
Cepio quería la guerra, pero debía guardar las formas del tratado ante el senado romano ( muy tolerante, por otra parte, con sus excesos ). Viriato quería la paz, pero muchas tribus sufrían la escasez de los áridos campos lusitanos, al tiempo que tenían la convicción de que podían vencer a los romanos siempre que se lo propusieran.
Provocaciones calculadas de Cepio, y saqueos lusitanos sin la anuencia de Viriato, reanudaron la guerra en el año 140 a.C.
Cepio no era un buen militar, carecía de escrúpulos y no sabía nada acerca del honor, la honestidad o la rectitud moral; desdeñaba a sus tropas y a los iberos por igual, y solo le interesaba la consecución de su fines, sin miramientos con los medios. Ahora bien, contaba con un ejército temible ( pese a su mala dirección ) y con oro.
Viriato no planteó la guerra, en esta ocasión, como una lucha a muerte, sino como tránsito hasta un nuevo tratado. De cualquier modo, las hostilidades comenzaron como siempre: ofensiva romana y repliegue lusitano.
La actitud de Viriato de mantener abierta la puerta a la negociación - mandando a tres de sus consejeros ( Audax, Ditalco y Minuro - que dioses los tengan aún penando - ) al campamento romano, brindó a Cepio la oportunidad de desplegar su estrategia ladina y taimada: mostró el lujo romano a los lusitanos y les tentó con oro, a cambio de la vida de Viriato. Los enviados lusitanos habían ido al campamento romano a por un trato y con un trato salieron.
De vuelta con Viriato, y a solas en su tienda, le explicaron los términos del acuerdo, degollándole, y abandonaron el campamento lusitano, antes de ser descubierta su traición. Si Cepio les desdeñó con la frase " ROMA no paga traidores ", mintió.
Cepio supo aprovechar el abatimiento y desmoralización que supuso para los lusitanos la pérdida de su líder, del alma de su causa, del único lusitano capaz de organizarlos y convertirlos en invencibles. Tántalo, el sucesor de Viriato, fue derrotado fácilmente y se vio obligado a pedir la paz. También supo Cepio dar, al problema lusitano, la solución definitiva, deportando lusitanos a territorios más fértiles, neutralizando su necesidad de bandidaje.
Cepio, matón tramposo y militar limitado, no carecía de visión de conjunto ni de claridad en sus objetivos. Desagravió al senado, restituyó su autoridad y resarció, en parte, las humillaciones sufridas - desde las horcas Caudinas nadie había ridiculizado tanto a ROMA - por el genio del pastor lusitano.
Cepio no es conocido y Viriato lo es poco y mal, eso sí, Viriato deja un legado de resistencia que recorre los siglos.
Servilio Cepio traía consigo el malestar del senado y la necesidad de rehabilitar el prestigio militar romano. Para él, los lusitanos eran un problema pendiente de una solución definitiva y Viriato el escollo clave que debía salvar, de un modo u otro.
Cepio quería la guerra, pero debía guardar las formas del tratado ante el senado romano ( muy tolerante, por otra parte, con sus excesos ). Viriato quería la paz, pero muchas tribus sufrían la escasez de los áridos campos lusitanos, al tiempo que tenían la convicción de que podían vencer a los romanos siempre que se lo propusieran.
Provocaciones calculadas de Cepio, y saqueos lusitanos sin la anuencia de Viriato, reanudaron la guerra en el año 140 a.C.
Cepio no era un buen militar, carecía de escrúpulos y no sabía nada acerca del honor, la honestidad o la rectitud moral; desdeñaba a sus tropas y a los iberos por igual, y solo le interesaba la consecución de su fines, sin miramientos con los medios. Ahora bien, contaba con un ejército temible ( pese a su mala dirección ) y con oro.
Viriato no planteó la guerra, en esta ocasión, como una lucha a muerte, sino como tránsito hasta un nuevo tratado. De cualquier modo, las hostilidades comenzaron como siempre: ofensiva romana y repliegue lusitano.
La actitud de Viriato de mantener abierta la puerta a la negociación - mandando a tres de sus consejeros ( Audax, Ditalco y Minuro - que dioses los tengan aún penando - ) al campamento romano, brindó a Cepio la oportunidad de desplegar su estrategia ladina y taimada: mostró el lujo romano a los lusitanos y les tentó con oro, a cambio de la vida de Viriato. Los enviados lusitanos habían ido al campamento romano a por un trato y con un trato salieron.
De vuelta con Viriato, y a solas en su tienda, le explicaron los términos del acuerdo, degollándole, y abandonaron el campamento lusitano, antes de ser descubierta su traición. Si Cepio les desdeñó con la frase " ROMA no paga traidores ", mintió.
Cepio supo aprovechar el abatimiento y desmoralización que supuso para los lusitanos la pérdida de su líder, del alma de su causa, del único lusitano capaz de organizarlos y convertirlos en invencibles. Tántalo, el sucesor de Viriato, fue derrotado fácilmente y se vio obligado a pedir la paz. También supo Cepio dar, al problema lusitano, la solución definitiva, deportando lusitanos a territorios más fértiles, neutralizando su necesidad de bandidaje.
Cepio, matón tramposo y militar limitado, no carecía de visión de conjunto ni de claridad en sus objetivos. Desagravió al senado, restituyó su autoridad y resarció, en parte, las humillaciones sufridas - desde las horcas Caudinas nadie había ridiculizado tanto a ROMA - por el genio del pastor lusitano.
Cepio no es conocido y Viriato lo es poco y mal, eso sí, Viriato deja un legado de resistencia que recorre los siglos.
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