Aunque no podamos precisar qué pasó exactamente en aquel valle, sí sabemos lo qué significó aquella derrota para los romanos, en su orgullo y en su capacidad de adaptación.

Corría el año 321 a.C. y la segunda Guerra Samnita andaba estancada. El Samnio era demasiado montañoso para invadirlo con facilidad. Los samnitas contaban con una eficaz red de fortificaciones y de buenas comunicaciones internas (a través de sus arrieros y al perfecto conocimiento de su territorio ).

Los samnitas hicieron creer a los romanos que estaban asediando la ciudad-colonia romana de Lucera, en la retaguardia samnita. A los cónsules Espurio Postumio Albino y Tito Venturio Calvino les pareció que sería una maniobra audaz sorprender a los samnitas, liberar Lucera y desatascar la guerra con una victoria en la retaguardia samnita, aunque para esto debían atravesar territorio enemigo, apenas conocido, pero desguarnecido por estar los samnitas sitiando Lucera.

Los cuadros de legionarios se pusieron en marcha por el montañoso territorio samnita avanzando en estrechas columnas por los desfiladeros de las horcas Caudinas, en los Apeninos, siempre vigilados por los samnitas. Al encontrarse con el final de la vaguada cegada por una barricada de troncos y piedras, los romanos comprendieron lo apurado de su situación. Era la trampa perfecta. La entrada de la vaguada y los abruptos ribazos estaban cuajados de guerreros samnitas, por lo que la retirada o huida fue imposible. Tocaba capitular.

Los samnitas dudaban entre liberar a los romanos con honor o pasarles a cuchillo, pues, en su concepción de la guerra, necesitaban enemigos poderosos que dignificasen, dieran valor y proclamasen las victorias samnitas, pero debían castigar la osadía romana. Optaron por liberar, con la mayor humillación posible, a los romanos.

Desarmaron y desvistieron a los legionarios haciéndoles pasar bajo una lanza horizontal y baja, que les obligaba a inclinarse ante el poderío samnita. Acordaron la rendición con los Cónsules, y ante toda la oficialidad romana, en términos abusivos: Entrega de poblaciones fronterizas, evacuación de los colonos romanos en el Samnio, tregua de cinco años y 600 caballeros romanos rehenes hasta la ratificación del Senado. La llegada a Roma de los legionarios, desarmados, sin sus estandartes y en túnica, fue vergonzante, nocturna y para esconderse en sus granjas y casas. Los Cónsules llegaron de día, por la dignidad de su cargo, que ya no ejercieron más hasta el final de su consulado, para dar las oportunas explicaciones al Senado.

ROMA respetó la tregua, tras la que inició la tercera Guerra Samnita con la revancha en su corazón y las lecciones aprendidas. La legión modificó sus rígidos cuadros subdividiéndolos en flexibles manípulos que resultaban más prácticos en terrenos irregulares; y se construyó una red de vías y colonias que cercasen a los samnitas. Funcionó. Se ganó la guerra y se recuperaron los estandartes.

Aquella ROMA, podía ser derrotada en la batalla y humillada en su honor, pero no podía ser vencida, pues sabía sacrificarse y adaptarse en pos de su supervivencia, y estaba permanentemente espoleada por su necesidad de desquite.