viernes, 19 de abril de 2013


Viena y los croissants

 Recordemos la “cumbre” de la alianza de civilizaciones que se celebró en Viena en 1683. 
En 1683, el imperio otomano decaía pero no claudicaba, de hecho conjeturaba con la idea de una Turquía ampliamente europea con capital en Viena, dada la desunión entre los reyes cristianos y el apoyo implícito de Francia para que acosara a la Casa de los Hasburgo.





Austria contó con el apoyo de Venecia, El Papa, Rusia y Polonia, pero entre preparativos y planes, el inmenso ejército turco, bajo el mando del gran visir Kara Mustafá, enviado por el Sultán Mehmed IV, se plantó a las puertas de Viena ( 16 julio ). Leopoldo de Hasburgo abandonó la ciudad, dejando al mando al conde Rüdiger von Starenberg. El gran visir no traía una potente y numerosa artillería, así que planteó la caída de la ciudad con un sitio prolongado, hasta que sus trincheras alcanzasen las murallas y sus minas las abatieran. El Kan de Crimea debía encargarse de interceptar cualquier socorro a la ciudad. El 9 de septiembre, las trincheras alcanzaban las murallas y las minas abrían las primeras brechas en las defensas.





En estas semanas de asedio, el gran visir atendió a las cerca de 1.500 concubinas que llevó consigo al gran campamento otomano en las afueras de Viena. Los vieneses, entretanto, le habían cogido el gusto a desayunarse medias lunas ( alegoría de los sitadores ) para empezar el día ( croissants ).

El 12 de septiembre, 46.000 soldados cruzados ( austriacos, alemanes, suecos, húngaros, italianos, lituanos y polacos ) aparecieron por el norte de la ciudad…

 Pese a la superioridad numérica otomana, la realidad era que la mayoría de las tropas estaban enzarzadas en el asedio, bregando con los defensores y atisbando la caída de la ciudad. La artillería otomana daba la espalda al ejército cristiano de socorro y la retaguardia turca se encontraba entre los refuerzos cristianos y sus propias artillería y trincheras.

El centro-izquierda del frente cristiano ( alemanes y austriacos ) encontró resistencia turca alrededor de Kahlenberg, hasta que tres escuadrones de coraceros italianos pusieron en fuga a la caballería otomana.

El ala derecha de los cristianos la comandaba el rey polaco Juan III Sobieski. Lanzó una carga de caballería con sus húsares alados, seguidos por su infantería, que desbarató las filas turcas. Estas se pusieron en fuga y solo la noche les salvó de la escabechina. El gran visir fue ahorcado con la cuerda de su propio arco por orden del sultán.









En Viena no han vuelto a ver un ejército invasor musulmán desde aquel verano.

Aquella victoria contribuyó a la formación del imperio Austrohúngaro en la Europa oriental, que, aunque con muchas carencias, supo estabilizar una de las regiones europeas más conflictivas hasta 1918. 






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